Cómo nos formamos

La formación sacerdotal: ¿cómo se hacen los sacerdotes?

Por: Pbro. Eliseo Fernández Medina

Así como para ser un profesionista o ejecutar algún oficio se necesita cierta preparación reglamentada, lo mismo pasa para ser sacerdote. Se requiere tener una preparación adecuada y sólida. No se trata sólo de aprender cosas, teorías o prácticas sacramentales; se trata más bien de una formación, es decir, consolidar la persona misma, completa, para poder asumir el ministerio sacerdotal a través de la configuración con Cristo Buen Pastor.
Esta formación sacerdotal se da en dos grandes etapas: La Formación Inicial y La Formación Permanente. La primera es la que se da en el seminario a través de sus diversas etapas. La segunda es la que se lleva a lo largo de toda la vida del sacerdote, desde su egreso del seminario hasta el día de su muerte.
Como ya sabemos, nuestro seminario diocesano consta de diversas etapas: Seminario Menor (ubicado en Santiago Tuxtla, Ver), Propedéutico (Ubicado en Oluta) y el Seminario Mayor, al cual estamos haciendo referencia y que se organiza en dos etapas: La Filosófica y la Teológica. En todo nuestro seminario, siguiendo lo establecido por la Iglesia universal, la formación está organizada en cuatro grandes dimensiones, a saber: Dimensión Humano-Comunitaria, Dimensión Espiritual, Dimensión Intelectual y Dimensión Pastoral. Aunque las distinguimos, por cuestiones prácticas, al final de cuentas se trata de una sola formación integral, se trata de personas que van creciendo en todos esos aspectos de forma unitaria.
Platiquemos ahora de cada una de las dimensiones, vamos a asomarnos a ver un poco en qué consisten y a qué se refieren. Daremos sólo un bosquejo, no agotaremos el contenido de cada una, eso lo haremos más adelante.
                Dimensión Humano-Cominutaria: Lo formación sacerdotal inicial en este ámbito busca proporcionar al seminarista los elementos que le ayuden a integrarse humanamente como persona, buscando su salud física, psíquica y social. Y esto se va dando en base a un proceso, es decir, en el seminario menor se les ayuda de una forma propia y distinta de lo que se les ofrece en el propedéutico o la filosofía o teología. Se trata, pues, de plenificar al joven seminarista en su realidad de hombre, de ser humano, de persona. Ayudándole desde las reglas de urbanidad, la convivencia, amistad, afectividad, así como en la maduración de la personalidad, sanación de conflictos o traumas, la misma sexualidad, el buen trato, las virtudes y sanas actitudes; hasta la configuración de la personalidad conforme a la de Cristo. Cabe mencionar que en cada etapa de formación en nuestro seminario hay un sacerdote puesto por nuestro Obispo para acompañar a los seminaristas en su crecimiento en esta dimensión.
                Dimensión Espiritual: Desde el inicio, para descubrir la vocación al sacerdocio, se necesita ser hombres de fe, se necesita un encuentro personal con Cristo, dando esto inicio a una vida espiritual, una manera propia de relacionarse con Dios, viviendo en una intimidad profunda con Dios a través de diversas instancias y momentos. Así como para descubrir la vocación se necesita fe, de igual manera se necesita madurar y crecer en la fe para poder responder adecuadamente. De forma tal que esta dimensión es de suma importancia, ya que si no se crece en la fe a través de una sana e intensa relación de intimidad con Dios, entonces se puede perder de vista el llamado sacerdotal y en consecuencia se deja de responder adecuadamente.  Esta relación de intimidad con Dios se va dando de diversas formas: a través de su Palabra, a través los Sacramentos, a través de la oración y el rezo de la liturgia de las horas, a través de la relación con los hermanos (fraternidad y caridad), a través de su relación con la naturaleza, descubriendo la voluntad de Dios en su propia historia y en los acontecimientos que le rodean, etc… La vida espiritual no se reduce al rezo o la oración, es amplia y permea toda la vida seminarística y sacerdotal, contando con ciertos tiempos y espacios privilegiados. Los seminaristas tienen ejercicios espirituales, retiros espirituales de cada mes, charlas o dirección espiritual, etc., todo esto bajo la asesoría de un sacerdote acompañante en esta dimensión formativa.
                Dimensión Intelectual: Nadie ama lo que no conoce. Para poder amar a Dios, amar la vocación y a la Iglesia, es necesario conocer. Esta dimensión intelectual busca optimizar nuestra capacidad intelectual. No se trata sólo de aprender cosas, definiciones, fórmulas. Es más bien una educación de nuestra intelectualidad. Se ayuda a los seminaristas a aprender a conocer, aprender a usar sus facultades intelectivas, lo propio de la naturaleza humana, su razón. Aprendiendo a pensar, el seminarista se capacita para asomarse al misterio de la Revelación y comprender mejor el plan salvífico de Dios, de forma tal que lo asuma en su propia vida y sea capaz de encarnar en su propia persona el misterio de Cristo. Es, además, necesario que el seminarista se forme de tal manera en esta dimensión, que se vaya capacitando para dar testimonio de lo que cree, que sea capaz de iluminar la vida de las personas y pueda dar respuesta a las interrogantes de nuestra época. Se necesitan sacerdotes sanos, santos y sabios.  A esta dimensión es a la que más se le dedica tiempo. Los seminaristas tienen clases de lunes a viernes toda la mañana, de nueve de la mañana a una treinta de la tarde, y por la tarde a partir de las cuatro tienen estudio personal para sus tareas o la investigación. Esta dimensión se debe acreditar pasando los exámenes que se aplican cada semestre, y al final de cada etapa (filosofía y teología) deben presentar una tesina y aprobar exámenes de Universa: filosófica y teológica. También se cuenta con un prefecto de estudios encargado de esta dimensión.
Dimensión Pastoral: Toda la formación converge en esta dimensión. Al final de cuentas los seminaristas se están formando aquí para ser pastores del Pueblo de Dios. De tal forma que todo lo que hacen aquí los va preparando para ser buenos pastores. Sin embargo, hay ciertos lineamientos que los capacitan de forma más directa en cuanto a esta dimensión de la formación. Así tenemos que los seminaristas un viernes al mes van recibiendo formación pastoral, en las clases en teología se llevan materias sobre pastoral y se va practicando en estos menesteres haciendo apostolado los fines de semana, en semana santa y en vacaciones de verano. El ejercicio pastoral se va desempeñando diversas formas, según las necesidades parroquiales o de la comisión en que se colabora. En términos generales se colabora atendiendo a jóvenes, monaguillos, grupos de liturgia, acompañando los distintos grupos parroquiales, apoyando en los procesos de evangelización parroquial o atendiendo algún otro trabajo específico. No se trata de suplir a nuestros hermanos laicos o hacer lo que no hacen los párrocos o vicarios, más bien es una colaboración cercana sin afán de desplazar a nadie. Aquí también se cuenta con un sacerdote encargado de organizar los trabajos en esta dimensión, aunque los integrantes del equipo formador también van colaborando en dichas actividades.


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1 comentario:

  1. HOLA QUE TAL?
    HACE YA ALGUNOS AÑOS PASE CON MI GFAMILIA Y DONAMOS UNA PLANTA DE CACAO AL SEMINARIO... Y ME GUSTARIA SABER QUE PASO CON ESA PLANATA?

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